Ventilar el proceso
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Amigas que se encuentras en un baldío a jugar. Niñas que fuman. Manada moviéndose en bici por la ciudad. ¿Ensayan o se juntan a comer? Trafican textos, cosas, recetas veganas, deseos, cosas, cosas. Se cortan el pelo entre sí. ¿Ensayan o se cuentan cosas? A veces lloran. Convertimos al galpón en un palacete de ensayo, a veces trinchera. Dos sillas presidenciales de posabrazos amputados, mesita ratona y un sillón hecho con persianas recicladas es nuestro living, antesala de desayunos hasta que alguna haga sonar la canción que conocimos una vez bailando en la calle y nos haga pasar a la escena.
Nos organizamos con el propósito de crear juntas, de trabajar en la escena colectivamente de una manera desjerarquizada que no conocíamos de antemano y que sólo existiría a partir de su exploración y puesta en práctica. La ausencia de algunas estructuras se vincula a la intención de indagar en otros modos de circulación del poder no verticalista, y supone formas de construir lo común en las que el compromiso hacia el colectivo adquiere nuevas complejidades. ¿Cómo habitamos procesos horizontales? ¿De qué manera gestionamos nuestras prácticas escénicas grupales ante la ausencia de jerarquías o normas impuestas? ¿Cómo se autogobierna lo común? “¿Cómo habitar, en claves de lo común, el inevitable conflicto?” (Savater: año: 132)
“Acá lo que se rompa quedará roto. Se tenía que decir y se dijo. Habitaremos un rato la puta nada. La esperanza es frágil. Vinimos a ventilar el error, a hacer el ridículo, a mostrar la hilacha. ¿Qué es la humanidad sino el cachivache?”
Habitar la puta nada para nosotras tiene que ver con asumir el abandono de modelos de producción sedimentados que entienden a la obra como fin único y a la dirección como rol estable y fijo que concentra todo el saber del proceso. Afrontar la ausencia de esos patrones - sin pretender reemplazarlos por otros- nos condujo a exploraciones erráticas que a lo largo de nuestro proceso estuvieron en permanente movimiento. El valor del juego en la construcción escénica, la potencia de lo inacabado, de lo roto, lo cadorcha, el trabajo de recauchutaje son algunas de las coordenadas por las que transitamos en nuestro recorrido.
Cuando hablamos de valorar el proceso nos referimos a alimentar una actitud de exploración y aprendizaje, a habitar la vulnerabilidad de vagar por momentos en lo indefinido ignorando el lugar de llegada; a “renovar el compromiso” como dice Marina Garcés: “... ser puestos en un compromiso por un problema no previsto que nos asalta y nos interpela (...) rompe las barreras de nuestra inmunidad. Nos arranca de lo que somos o de lo que creíamos ser. Nos incorpora a un espacio que no controlamos del todo (...) nos exige tener que inventar una respuesta que no tenemos y que, sea cual sea, no nos dejará iguales. Todo compromiso es una transformación necesaria de la que no tenemos el resultado final garantizado”.
Para nosotras, valorar el proceso no tiene que ver con desestimar los resultados. Entendemos que entre proceso y resultado hay una relación de tensión y retroalimentación, ya que sin obra no hay proceso. La obra es un motor más: al mismo tiempo que nos mueve explorar metodologías y dinámicas de creación escénica grupal, nos impulsa el deseo de construir una obra.
Entendemos que el devenir errático del proceso de Proyecto Rescacho, además de ser un recorrido hacia la obra, es también un momento de experimentación en el que se crean formas grupales de existir. Señalamos el valor intrínseco del proceso, tanto artística como políticamente. En un mundo donde se sobrevaloran los resultados, ventilar el proceso, abrir la cocina, mostrar las zonas silenciadas es un gesto político para cuestionar qué es lo valioso en las experiencias artísticas.
Rayar paredes solo por diversión.
Escapar del vecino yuteador, de la norma que aplasta, de los formatos conocidos que comprimen.
Salir en bici al encuentro con la otra.
Coleccionar momentos.
Alimentar las ganas de estar mejor.
Creer que hay otras formas de habitar la casa, el cuerpo, la ciudad.
Hilvanar las historias, las ganas y las trabas.
Oir lo que brota, lo que urge por salir de la idea y empezar a existir.
El proceso como obra
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“El proceso contiene en sí mismo la forma en la que puede ser mostrado al público” y “La mejor forma de encontrar cómo mostrar un proceso es transitarlo” (La morocha Lescano, plenario del 29 de julio de 2019)
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Encyclopèdie, ou Dicctionnaire Raisonnè des Sciences et des Arts, presents: Ovrum de procêss.
La obra de proceso o el proceso como obra es una especie en peligro de extinción. No se tienen registro de sus primeras apariciones, pues las evidencias de su existencia suelen ser desestimadas, relegadas al ámbito de lo privado. Se mantienen bajo un halo de extrema confidencialidad. se sabe que pertenece al género obra (del lat. ovrum).
Es multiforme, camaleónica, mutante en transición permanente. Sus dimensiones son variables. Cuerpo grande, concentra horas, meses y hasta años de trabajo colectivo.
El ecosistema que habita está plagado de puntos finales, conclusiones, productos terminados. Trata de sobrevivir a las leyes de oferta y demanda, a la devaluación del peso, al agujero de la capa de ozono y sobre todo al desfinanciamiento del arte y la cultura y a la tiranía del capital simbólico.
su alimentación es omnívora, todo lo que encuentre a su paso puede ser convertido en combustible para su existencia. las enormes dimensiones de su estómago permiten almacenar toneladas de encuentros,ensayos, banquetes, lecturas, música, videos,objetos encontrados,anécdotas,miedos, desechos, palabras, sonidos movimiento, quietud y un extenso etcétera del que aún no se tiene registro.
Su comportamiento es imprevisible, se adapta a las variaciones y condicionantes del medio.
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Oda a la obra de proceso
Una obra en obras. Construcción a corazón abierto. Esto que es la apertura de un proceso que de tanto proceso ser, de tan hondo y agitador de profundidades, pidió no dejar de serlo. El proceso es obra ¿Dónde termina un proceso? ¿Dónde empieza la obra? ¿Será que la obra estuvo siempre ahí? Atadita apenas con hilo en punto flojo sin reclamar costuras reforzadas.
Susceptible cada vez de caerse a pedazos, o de inflarnos el pecho y ponernos la piel de gallina de emoción, como sucede con lo que está vivo. Vaya a saber unx qué lo sostiene.
Oh pequeña bestia que te autoalimentas
y alimentas nuestros deseo de estar ahí,
de prestarte el cuerpo para existir cada vez.
Oh pequeña bestia gigante
que te desplazas sobre patas todas de tamaño distinto,
hoy te damos a conocer.